domingo

El instinto deportivo

Considero que el deporte es una estandarización cultural de algunos de los instintos más primarios y arraigados en la raza humana, del más importante de todos, el de supervivencia derivan el resto, es evidente que la caza, la lucha o la evasión en la actualidad no son indispensables para la supervivencia en las sociedades industrializadas, pero si que lo han sido en etapas anteriores, donde correr, saltar, lanzar, nadar, luchar, etc. podían alargar los años de vida.

Otros instintos adheridos a la supervivencia existentes en el deporte como la agresividad, la competencia, afán de superación también tienen su relación a las pulsiones sexuales y al instinto de perpetuar la especie y es visible en los ritos de otras especies animales y está sustentado en la teoría de Darwin de la evolución y la selección natural. Es inherente al deporte de competición cierta agresividad, además del carácter competitivo y el objetivo continuo de mejorar continuamente y el anhelo de batir records.




Esta teoría sería más valida para deportes individuales y de adversario, pero también está claro que nos unimos para luchar contra un enemigo: según De Waal en un origen la hostilidad hacia fuera del grupo habría reforzado la solidaridad interna al punto de hacer surgir la moralidad, con la ironía de que ésta sería el resultado de la guerra: de hecho, la primera herramienta para reforzar el tejido social. Así, la moralidad resulta más enraizada en el sentimiento que en la cultura o la religión. Sería un producto del mismo proceso de selección que formó nuestro lado competitivo y agresivo, capaz de destruir el planeta y a otros seres humanos, aunque posea también reservas de amor y empatía más profundos que nos empuje a socializarnos y a formar equipos.










Otro instinto que parece salir a relucir en la infancia es el del juego que parece ser fundamental en su etapa formativa para el aprendizaje de roles y situaciones que se encontrarán más adelante, sin lugar a dudas el aspecto lúdico del deporte es de enorme importancia.


Parece entonces que las pasiones que desata el deporte pueden tener su explicación en los instintos que simboliza, y de ahí la enorme dimensión que ha adquirido en la actual sociedad que ha canalizado sus pulsiones más primitivas por medio del deporte, bien en su práctica o en su seguimiento como hincha o aficionado.








Aún más relevancia está teniendo y tendrá en un futuro el deporte y la práctica de actividad física como respuesta a la evolución de las sociedad hacia el sedentarismo y aislamiento de la realidad, la especie humana tendrá que realizar actividades que le devuelva su esencia y salud por medio del movimiento, la socialización con otras personas y el contacto con la naturaleza en situaciones de riesgo, aventura o desafío


















1 comentario:

la aguja dijo...

Haré dos muescas en tu disertación. Con la primera pretendo diferenciar la práctica deportiva lúdica de la profesional. No tienen nada que ver. En la primera se participa para jugar, en la segunda se participa para ganar. No es posible trazar semejanzas puesto que las diferencias son más que notables: son insalvables. La primera sí se adapta a lo que propones, la segunda es una actividad mercantil.

La otra muesca que me permito hacer está en la siguiente frase: «Parece entonces que las pasiones que desata el deporte pueden tener su explicación en los instintos que simboliza […]».

Venías explicando tu teoría desde la participación, pero aquí saltas alegremente hacia la expectación y el espectador. No es posible explicar la esencia de la participación en el deporte y envolver en la misma categoría a los mirones, quienes son la esencia de la no-participación.

Sencillamente, no se pueden extrapolar los valores y beneficios de la mera práctica deportiva a la práctica mercantil del deporte, y aún menos a las masas de mirones. Quizá éstos puedan influir con su aliento en el desarrollo y el resultado del duelo o desafío (sólo quienes asisten en vivo, no los que asisten en directo a su retransmisión), pero me temo que esta influencia se desmarca del razonamiento de tu teoría.

Estos mirones, como ilustras en una de las fotos que acompañan a tu artículo, han comenzado a actuar y han dejado de ser sujetos pasivos. Pero esto no tiene que ver con ese arraigo ancestral (innegable) del hecho deportivo: «[…] y de ahí la enorme dimensión que ha adquirido en la actual sociedad que ha canalizado sus pulsiones más primitivas por medio del deporte, bien en su práctica o en su seguimiento como hincha o aficionado».

Me temo que estos hinchas organizados tienen más que ver con las bandas tribales que con tu teoría. Simplemente utilizan una simbología que les identifica y diferencia de otros grupos. El sentimiento de pertenencia a un grupo en una sociedad en la que cada vez más crece el desarraigo de lo que siempre ha sido su núcleo —la familia en todas sus dimensiones— permite estas manifestaciones tribales. El deporte, la actividad deportiva mercantil, simplemente pasaba por allí. Y algunos cegaratos, en su día (años 80 y 90) creyeron ver en esos grupos marginales la solución institucionalizada a esa necesidad de aliento para variar un resultado en ciertos momentos…

¡Uf! Me he extendido demasiado. Los siento.

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